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ayer |
Para los fanáticos de lo tópico y lo típico: resulta tristemente jodido vivir aferrado (sólo) a recuerdos, a la nostalgia, a las tradiciones, al purismo y la ortodoxia, al folklore y a las antiguallas y al costumbrismo exacerbado, porque tal cerrazón mental es no vivir aquí y ahora. Los “extremeños” se tocan: tan peligroso es renegar de la tradición como anclarse, enrocarse en ella para no actualizarse.
¿El exceso de historia en el pasado de un pueblo genera inmovilismo y le impide progresar? A la vista de algún caso, es teoría nada descartable. Irremisiblemente las cosas cambian y en sanmartín hay grandes tractores donde antes había bueyes o cerdos, y hay muchos coches aparcados donde antes había burros (bueno, alguno puede quedar aún), de la misma manera que lo típico de Navidad ya no es (sólo) el turrón ni la estampa de España el toro de Osborne. Por eso la imagen de Mansilla no puede ser (sólo) una piedra redonda sobre otra o un viejo puchero de barro o una virgen transida de dolor. La terca realidad es que hay muchos visitantes que llegan a la villa atraídos por otro estímulo que no es (sólo) el de la típica cazuela hirviendo con pimentón suficiente como para hacer explotar una almorrana en un almuerzo, igual que ya no todo el mundo viaja hoy a Portugal para traer (sólo) unas toallas.
Tópicos lejos: ni burros ni barros. Los/las que supuestamente son tan reacios/as a cambiar de mundo e incluso de estética, hablan sin embargo con un móvil por la calle en vez de escribir cartas como antes, y quizás lleven debajo tanga en vez de bragas confeccionadas con dos sábanas. En eso sí han cambiado un poco, pero en su mollera… casi ná´.
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hoy |
Jesús Z.