En efecto, hace unos días se
ha derrumbado el viejo edificio donde estuvo establecido el conocido y
concurrido merendero el Único, transformado en formidable restaurante al final
de los años sesenta. Ubicado en un lugar bucólico, entre prados, choperas y
rodeado de acequias de riego, se encontraba, no obstante, en plena civilización
al lado mismo de la carretera de León a Madrid por Valladolid, en pleno Camino
de Santiago, por lo que era paso obligado de peregrinos, caminantes y viajeros.
Durante años, en todo
tiempo, pero sobre todo en las tardes de verano, uno de los paseos obligados
era llegar hasta el Puente a tomar el airín del Esla y seguir, las más de las
veces, hasta el Único, donde unos merendaban en serio, otros tomaban vino o
cerveza con gaseosa y cacahuetes mientras se jugaba a la Rana. En fechas
señaladas, en la pequeña explanada de la entrada al local, se hacían bailes de
pareja con orquestinas de pueblo, que amenizaban el ambiente y alegraban el
lugar. Un recuerdo especial para el patio trasero, lleno de enredaderas y
flores, donde se hacían aquellos guateques juveniles de amigos y amigas al
ritmo de un viejo tocadiscos y con el aliciente de un caldero de limonada a
escote. El viejo mesón, merendero y restaurante, que se hizo famoso por la
especialidad del jamón asado al horno, ya llevaba mucho tiempo sin funcionar,
pero los que lo conocíamos de siempre teníamos la esperanza de que en cualquier
momento volviera a abrir sus puertas y a ser la meta de los paseos de antaño.
No ha sido así y nos queda la nostalgia, que es la memoria cuando se pone
triste.
Texto: Félix Llorente
Foto: Toño Ceballos