Un fiscal pide nueve meses de prisión para la
mujer que falsificó un ticket de la
ORA. Nos parece poca cosa: tendría que estar ya en el
corredor de la muerte, habría que instaurar un Guantánamo para estos casos.
Mientras tanto, ¿qué ocurre con los catalanes de Pallerols o con los “Hurtangarines”
o con Fabra o Baltar o el chino Gao Ping que dirigía la trama de Fuenlabrada o el
ejemplar súbdito hispano-suizo Bárcenas, o…? Pues diremos lo que ocurre con
ellos: exculpados, inocentes y libres.
Una dirigente que gana (perdón, que declara;
ganar, ganará más) treinta y tantos millones de pesetas anuales netos, suprime (ella
y su partido político) para miles de trabajadores un salario mensual (una extra)
y les advierte que deben ceñirse el cinturón; les quiere decir, suponemos, que
se lo aprieten a la altura del pescuezo, y de hecho algunos a punto de ser
desahuciados así lo hacen.
A muchos nos gusta el ingenio, la frase en la
tapia (foto), la ironía, incluso el sarcasmo, pero con cierta gente hace
tiempo que ya no vale con esa actitud, porque no la entienden. Ellos sólo se
enteran del lenguaje directo y de la acción violenta, sólo reaccionan ante el
miedo. Va siendo hora de endurecer nuestro discurso, incluso nuestros actos. En
el bar (por ahora) T. siempre habla de la recortada y N. de la AK 47. Quizá estén muy cerca de acertar,
pues convendremos -con Sagasta- que “…cuando en un pueblo se cierran las
puertas de la justicia, se abren las de la revolución”.
Javier Cuesta
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