“A orillas de otro
mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos.
Se le nublan los
ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la
ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza
mejor. Así manda la tradición, entre los indios del noroeste de América: el
artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia.
Y el alfarero joven
no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la
estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y los
incorpora a su arcilla”
(“Las palabras
andantes”. E. Galeano)
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