De
la tierra nace.
En
la tierra pisa
y
posa, como un árbol gigante,
repisa,
reposa.
Me acoge, te recibe,
la poseo, nos abraza.
Amigable útero,
rectangular y noble,
rebosante de mí,
contigo, para ellos.
Tardía madre
hospitalaria
que ama siempre, ama igual
a los que no la aprecian
tanto:
raros seres que desdeñan
tal espacio
sacrosanto; torpes ellos.
Una casa; no otra cosa
necesito.
Él
ahí está. A mí aquí me halla.
Lo
sabe, yo lo sé: nos tenemos.
Sobran
halagos y
palabras
y secretos.
A ti, siempre
cariño; no te amo ni
te odio
por momentos. Es recíproco
agrado, afecto eterno,
idealismo sin vuelta
o contrapeso.
No digas roce, no
digas cuerpo, no digas carne,
di sólo espíritu. No
hablo y todo
te digo, me miras y
todo lo ves.
¿Dinero, servidumbres,
hipotecas?
¿intereses mutuos?
Nunca. Corazón, sí.
Dioses sobran; bástame
un amigo.
JVTN
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