Al
menos ese día lo tiene (parafraseando la pegadiza cancioncilla), ese día se
refiere a la señalada romería que transita entre León y Mansilla, a la Peregrinación de la Virgen de Gracia cada
primer domingo de septiembre.
Es
mi percepción: nunca una jornada tiene tanto color, tradición, atmósfera de hermandad
y aire festivo como ese domingo. Aún más: a nadie se le escapa que esta es una
villa con viejos resabios, rencores atávicos (y nuevos) grapados a sus
apellidos históricos, maniqueísmo, tirria cochina agazapada detrás de cada
esquina de su trazado asimétrico… Pues bien, todo desaparece (se olvida, al
menos) este día, quizá sólo este día, como si fuera una tregua tácita, no
buscada pero sí admitida. Por una vez, por algunas horas, una festividad
inventada y artificial obra el milagro: romeros, convecinos y allegados que se
acercan esa fecha, se despojan de su secular apatía y de su roña revanchista y
visten el mejor traje de fiesta, es decir, no su mejor vestido sino su mejor
envoltorio festivo, su espíritu más condescendiente, su ánimo más abierto.
Fijémonos:
ese domingo los mansilleses abren los brazos, se vuelven permeables y hasta
dejan que gentes de fuera participen en la celebración. A lo mejor todo nace
por eso…
Javier
Cuesta
Hombre artificial, artificial.... no creo. Si leemos el libro de mansilla del señor Bravo, existe una crónica donde se realizaba un acto, similar. Pero bueno amablemente la calificaría como recuperada. Saludos
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