Quizás
esta parezca una "biografía irreverente". Es decir: contraria a la
reverencia o respeto debidos. Pero no es cierto...
Bernardino
M. Hernando, nació en Mansilla de las Mulas, y reside en Madrid. Fue profesor
de periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y es autor de numerosos
libros de ensayo, narración y poesía. En diciembre de 2006 Bernardino Martínez
Hernando donó una gran parte de su colección de libros a la Biblioteca
Municipal de Mansilla de las Mulas, que pasó a llamarse Biblioteca
"Bernardino M. Hernando", en reconocimiento precisamente a este
ilustre mansillés.
"Biografías",
en plural, son las "historias" de la vida de una persona... interpretadas
por los otros. Cuando esas historias se van contando por uno mismo, sin
pretenderlo, se convierten en una "auto-biografía", inefable para los
demás. Excepto para algunos que pasan cerca, muy cerca. Aunque incluso estos
últimos (sin darse cuenta) pasan distantes de esas historias inefables. Hasta
que llega alguien, o algo, a despertar ese misterio que es un "rato de la
vida" de una persona: una "grafía" de su vida entrañable...
Pues
bien, Bernardino M. Hernando, antes que profesor, para muchos de mi generación
fue “maestro”. Maestro socrático y mayéutico, de la escuela de don Antonio
González de Lama, aquel cúmulo de sabiduría y humildad
“socrática-aristotélica-platónica” que Bernardino tuvo también de guía.
El
que fuera sacerdote es lo de menos. Porque ya en sus tiempos de
"maestro" ir vestido de negro no tenía mucha trascendencia para él. Y
nos hacía saber que tampoco debía ser importante para nosotros. Le tocó... (nos
tocó, mejor dicho, a nosotros..) la inmensa suerte de envenenarnos (meternos en
vena) con el bebedizo de la literatura. Y sobre todo de la poesía. Eran los
años de los jóvenes inquietos que querían mirar al mundo desde una nueva
"CLARABOYA"... Y Bernardino M. Hernando fue uno de ellos. Andaba como
un deshollinador (ensotanado) por los tejados de los discípulos, rompiendo las
tejas de la pereza. Y retejando los agujeros de la ignorancia, todavía no
culpable, de aquellos pobres inocentes. Yo fui uno de ellos. Me tocó beber las
pócimas sabrosas que nos servía este "maestro"; y regustar los
brindis en párrafos de prosa, de fantasías novelescas, de ensayos, de poemas
sin rima (pero con rima interna), de clásicos sonetos, de febriles décimas... y
hasta de tercetos encadenados, o simpáticos pareados... Tengo en mi pequeña
biblioteca un montón de copas con este rico veneno. Y todas en cristal barato;
nada de cristal de bohemia. Colección Austral, Editorial Ramón Sopena... Ya
decía el "maestro": "¡¡¡no gastéis dinero en lo
superfluo!!!"
Los
"chutes" iban casi siempre acompañados de diversión, pues sabíamos de
sobra que luego nos llegaría el orujo de las reválidas, al final de los cursos.
Bernardino M. Hernando era un buen
camarero, en esto. Lo conocíamos todos, (ahora lo puedo decir sin asomo de
revancha, y sin una pizca de falta de respeto) por "el majadero". Ese
era el apelativo, inapelable e inmisericorde, que nos aplicaba a todos, en sus
clases exigentes, que ahora agradezco. Si lo hacías mal... "no seas
majadero"; si lo hacías bien... "espléndido, majadero". Tan sólo
merecíamos un silencio cuando la cosa andaba "regular"... Y es que
eso era lo peor de todo; porque al "majadero" no le gustaba la
tibieza... "por quedar en el medio, te escupo de mi boca"...
De
mi "biografía" paralela con Bernardino Martínez Hernando, me quedan
muchas cosas buenas. Y mira tú: un recuerdo especial. Tan especial que es el
único "poema" mío... (¡¡¡uy, qué atrevimiento, llamar a
"esto" poema!!!): una décima, o espinela... a mis quince o dieciséis
años. Esta:
"En
los brazos de la Madre
está
el cadáver del Hijo,
Aquel
que a los hombres dijo
los
secretos de su Padre.
Deja
que el dolor taladre
su
deshecho corazón
para
apoyar la razón
que
trajo a Jesús al mundo;
le
causa dolor profundo,
pero
sufre con tesón".
(la nota verbal que
recibió el niño aprendiz de poeta fue un 8,50... y un ¡¡¡majadero!!!, que supo
a bombón)
A.
Escalada
Así, con la publicidad del Banco Santander detrás, la foto se da un aire a Botín. Ojo, no confundir: es Bernardino.
ResponderEliminarTiene mirada de dar mucho y pedir poco. Emilio Botín, es lo contrario.
EliminarEsta es la villa de Mansilla que yo recuerdo de la década de los cincuenta. Ahora ya no la recuerdo, no se como estará. Supongo que algo habrá cambiado, pues he cambiado hasta yo mismo. Cierto es que antes existían verdaderos enseñantes, con vocación de sacar adelante una simiente empleada por necesidad en las labores del cando y de la casa, sin tiempo para ir a comer fruta del árbol de la sabiduría y el conocimiento. Eran años difíciles para todos, pero siempre había algún Sócrates y algún otro contemporáneo de la antigüedad que no querían que su conocimiento yaciera con el en la tumba. Y podían vestir sotana o pantalón de pana, pero todos ellos eran iluminados enseñantes.
ResponderEliminarOlé, olé y ole!
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