La escuela
de aquellos maestros / de leche en polvo, queso y brasero / contaban con el
respeto / de un alumnado que utilizaba / pupitres de buena madera y tinteros /
que dejaban su santo en tinta negra.
La plumilla
en el tintero espera / que empiece la tarea de la caligrafía / para dar forma a
cada letra / juntándolas una a una y darle vida.
Qué
recuerdos de aquellos inocentes años / donde el alumno estudiaba con respeto /
entre retratos institucionales y la bandera / acariciando las pizarras individuales
/ que hacían de cuaderno sin hojas / con la tiza como fiel compañera.
Aquellas
clases de ciencias naturales / tan magistralmente impartidas / por unos
maestros con sapiencia / te enseñaban toda clase de materias.
La
enciclopedia que nos acompañaba / tan completa en todas sus páginas / hacia de
su lectura un silencio en el aula / cuyo eco captaba el sonido de las palabras
/ que a los oídos fielmente regalaba / sin pedir a cambio… ni las gracias.
La hora del
recreo era bien recibida / lugar donde se perdías esas energías / que
acumulabas en las horas de estudio / donde el maestro fue el santo y seña.
Esa escuela
que nos dio el saber / para bien encontrar un despejado horizonte / se lleva
como agenda de aquellos recuerdos / que fueron la semilla del fruto cosechado /
por el manantial continuo y cristalino / reflejado en el caminar… del ser
humano.
Texto:
Manolo Francisco
Fotos: Toño
Ceballos
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