Vinieron
a despertarme justo en el momento en que Madonna se ponía a chupar. Aporreaban
la puerta con unas maneras que hasta la tía se asustó. Se me había aparecido en
mitad del sueño, así y como quien no quiere la cosa, con un corpiño de
lentejuelas untadito al cuerpo y la sonrisa emputecida de carmín. No tuve que
insistir mucho para que me la acercara. Experimenté un cosquilleo que sólo los
sueños saben. Y justo ahí, hay que joderse, empezaron con los golpes en la
puerta. Pum pum pum pum. “Ve a abrir” me sugirió Mandonna con la boquita
fruncida. “Ve a abrir”. Pum pum pum pum. “Ve a abrir, que parece que algo se
está quemando”. Con la rapidez de un bombero, vaya la manguera por delante,
salté de la cama. “Ya va, ya va”.
Así comienza el libro
de Montero Glez `El almanaque incendiario´. Es verdad que luego decae, pero el
arranque es brutal, ¿o no?
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