Estaciones. Tabucchi decía que eran una
suerte de no-lugares, limbos urbanos, espacios sólo de uso y de paso. Desde
luego son sitios singulares, de ambiente siempre especial y variada fauna
humana, con sabor y color y calor dispares según las distintas veinticuatro
horas del día (por cierto, ¿por qué le decimos estación al lugar en el que
estamos siempre de paso? estacionarse, transitar… ¿no son conceptos antónimos?)
Estación de Mansilla. No iba a ser menos.
Allí llegan autobuses (que toda la vida fueron coches de línea) de los que bajan
estudiantes con carpetas en sus axilas y suben obreros con sudor en sus axilas,
se apean amas de casa con prisa para hacer la comida y embarcan peregrinos con
prisa para hacer el Camino… ¿y esperando? ¿y en el andén? Pues desde jubilados
que matan un poco más sus horas muertas hasta confusas señoritas de larga
cabellera con la que atizan continuos ramalazos al viento.
Estación de Mansilla: lugar de cita y de
encuentro, de recreo o de reposo. Abrigo de quejas, refugio, diván. Rincón
popular con lema ya emblemático, SQTA, acrónimo de Sabes Que Te Aprecio. Abierto
siempre, todas las horas de todos los días de todo el año, para ahogar penas a
voluntad, en agua o en alcohol. Manuel sostiene por ello que debería estar
considerada un servicio social más. Yo estoy de acuerdo.
Javier Cuesta
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