Se acercan otra vez estas fechas tan “señalizadas” (así me decía siempre un amigo cachondo) y no nos libraremos, me temo, de la visión inevitable de cada última noche del año. Me refiero al insufrible fijo discontinuo (¡qué suerte, trabajar un día al año!) más famoso de todos nuestros famosos. Sí, habéis acertado todos: el presentador Ramón García y sus uvas que deben ser de la mala potra, porque cada año nos va peor que el anterior. O sea, que las pasamos putas con las campanadas –atragantados con las uvas- y luego además todo el año siguiente –maldiciendo por no habernos atragantado de verdad de una sola vez-. Va a ser gafe este tipo. Hay que acabar con él como sea. Propongo mandarlo al paro el día que trabaja (nochevieja) y que currele todos los días que sesteaba (los 364 restantes). Es la única esperanza que nos queda de cambiar la suerte.
Y ahora en serio: las fiestas navideñas me parecen los días más tristes porque siempre falta alguien y siempre sobra algo. O mucho. O algunos. O muchos. Es mi sensación y mi convencimiento.
Javier Cuesta
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