No hace falta volver a la época franquista para saber lo que no es educar, cuando las niñas dejaban de tocar el piano y de gustarles la música gracias a los golpes que una monja de las de antes les arreaba en la mano con una regla. No, no hace falta ir tan lejos. En la antigua escuela de la plazoleta del cine más tarde consultorio médico, Hogar del Pensionista, sede de la asociación de mujeres Pícara Justina y por último Extensión Agraria y oficina de turismo), no creo que educar fuera poner orejas de burro u orejas de mula mansillesa a los “tontos” o “tontas” de la clase, relegados en la parte trasera, mientras que el maestro sentaba en la parte delantera a los “listos”. Así mismo, hasta hace no mucho, en las escuelas del cruce, educar tampoco era pegar chicles en el pelo si tu comportamiento no era el correcto según la Seño. Por otra parte, desde hace unos años, ya tenemos instituto, “Astura”, pero ahora solo nos queda un colegio, Pedro Aragoneses Alonso, el cole grande, tan grande que incluso sobran aulas para educar.
España, aparte de ser un país de contrastes, es un país de extremos. Lo que sigue estando claro es que educar es una misión no solo de los profesores, sino que ha de ser compartida también por los padres.
Añedul
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