Sabiduría popular, a pie de calle.
En la época de la globalización, alguno tiene muy claro aquello de “¿quién es mi hermano?, mi vecino más cercano”. Y proclama, en una pared pero alto y claro: mira a tu alrededor, atiende a lo que está cerca, mima al que tienes al lado, compra a la mujer de la tienducha de la esquina que luego ella ya te comprará algo a ti.
Tanta aldea global para llegar al punto de partida, a lo mismo de siempre, a lo importante, al barrio, a lo próximo, al vecindario, a lo que tal vez aun puedes salvar porque tal vez aun está en tus manos salvarlo. En telegrama, el graffitero viene a decir algo así como: quizá haya un núcleo mínimo, personal e irreductible, que todavía manejas tú; lo que se escapa a tu pequeño control está ya bien jodido; déjalo.
Larga vida –otra vez- a los sabios anónimos, a los poetas de los muros, a los filósofos urbanos.
Javier Cuesta
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