Oído hace poco en Mansilla,
un martes, a un hombre ya mayor. Una jornada en la que apenas había gente en
las calles, ni siquiera siendo día de mercadillo, sin embargo pasaban muchos
coches por la calle principal de la villa: “…
¿coches? los que quieras, no sé dónde irán, pero no dejan de pasar…”. Era
la exclamación de sorpresa de aquel hombre, un paisano que cada día ve cómo
bajan la trapa muchos negocios, que escucha los datos desalentadores de paro y
miseria en el telediario, que palpa la situación alrededor, que quizá tenga muy
cerca algún caso traumático laboral-personal, que percibe la situación de
derribo total. Sin embargo, uno se sitúa en la calle principal, por ejemplo en
el cruce de Cistierna y Palanquinos, y ve pasar tantos coches que cualquiera
diría que está en otro país, un país vivo, activo, próspero. Más todavía si se
observa el tráfico intenso de la N-601.
Digamos que no se corresponde
la realidad de un territorio en liquidación, parado y en paro, con la dinámica
de coches y coches circulando a todas horas, en todas direcciones. Una locura,
un misterio. Y como ese hombre, yo también me asombro y me pregunto a menudo: ¿a dónde van, de dónde salen, qué van a
hacer, desde dónde y hacia dónde se dirigen…?
Jesús Zapatero
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