Es
posible que las cartas huelan a polvo,
y
a telarañas, y a silencio, y a olvido;
que
el dolor duela en la esquina del camino
cuando
miremos atrás y no podamos regresar…
Es
posible que los proyectos se escurrieran
por
el acantilado imposible de la realidad.
Y
que el agudo y astuto cuchillo ignorado
nos
desangre, dulcemente, en la memoria.
Pero
para entonces, cuando el tiempo huya,
es
posible que no sea posible lo posible,
porque
lo amado y lo soñado son esencias,
materia
de la adolescencia, que nunca pudieron ser.
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